María Lourdes tiene una quesería en Tolox (Málaga) y su marido es ganadero, pero han tenido que irse a vivir a otro pueblo para que su hijo vaya a una guardería y así puedan conciliar trabajo y cuidados: “Sigo trabajando en Tolox. Buscando soluciones para el niño, me he mudado a Yunquera, que está a 20 minutos en coche. También nos ayuda la familia, sin mi familia, tendría que llevar al bebé al ordeño a las 6 de la mañana ”.
La historia de María Lourdes es habitual en la España rural: la falta de oportunidades laborales y de servicios como guarderías, escuelas y transportes en los núcleos pequeños de población inciden en la emigración de las mujeres jóvenes a municipios más poblados, lo que redunda en la masculinización, despoblación y envejecimiento del territorio.
Formar una familia en pueblos pequeños es una heroicidad cuyos esfuerzos desmedidos recaen una vez más sobre los hombros de las mujeres. Muchas renuncian a su carrera profesional o a vivir en su pueblo.
“En el medio rural ha habido recortes importantes que han dejado a los pueblos en precario. Esto supone que los servicios que tienen que ver con los cuidados no llegan o no llegan como se necesitan. Cuando el estado del bienestar desaparece, son las mujeres las que suplen las necesidades: al final, en los pueblos la economía de los cuidados es responsabilidad casi exclusiva o exclusiva de las mujeres”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA la presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), Teresa López.
“En el pueblo ha habido cuatro o cinco años en que apenas nacían niños. El campo se lo están cargando. Al final hay muchas más personas mayores que niños, no van a regenerar el tejido productivo”, subraya a este periódico la quesera María Lourdes.
Ella se mudó de Tolox a Yunquera, que es donde está la guardería de su hijo, aunque sigue teniendo que desplazarse a Tolox para trabajar. Como su jornada de elaboración de queso tiene que empezar a las 7 de la mañana y ha de salir de casa muy temprano, sólo tiene dos opciones: elaborarlo en fin de semana o dejar a su hijo la tarde de antes con su madre para que pase allí la noche.
María Lourdes también ayuda a su marido en las tareas de ganadería (tienen más de 600 cabezas de ganado). Hay días que empiezan la jornada de ordeño antes de que amanezca y dependen de la ayuda de su familia porque a esas horas la guardería no presta servicio: “Es un poco complicado”, reconoce. Los trabajos en el campo difieren del esquema horario laboral de las ciudades, las necesidades de conciliación son diferentes.
VIVIR AISLADOS EN UNA PISCIFACTORIA
A 20 km de Burgo de Osma (Soria), en el término municipal de Vildé, hay una piscifactoría de truchas en la que viven María, su marido y sus hijos de 13 y 10 años. “Aislados de casi todo”, a su hogar no llega ni el cartero y la pareja a veces se las ve “negras” para sacar adelante el negocio familiar y atender el cuidado de los menores.
“He tenido el privilegio de que trabajaba para mi abuela, entonces tenía cierta flexibilidad, no tenía horarios fijos. Me llevaba a los niños a casi todos sitios: a atender a las ovejas, las truchas…”, rememora. A su casa no se acerca siquiera el autobús, aunque los chicos tienen transporte para ir al colegio a Burgo de Osma: “Aquí el inconveniente es que hay que echar mucho coche”.
María cuenta que muchas mamás del entorno se las apañan con los abuelos o “simplemente no trabajan”. Y lamenta que sus hijos sólo puedan ir a actividades extraescolares si ella se encarga de recogerlos, porque el transporte sólo funciona cuando termina la actividad lectiva. El verano, sin colegio, es el periodo en que deben hacer más malabares para conciliar.
Confiesa que este modo de vida tan sacrificado “no es para todo el mundo”, pero insiste en que para ella es importante que sus hijos se desarrollen en un entorno natural: “El campo es una escuela, aunque tenga inconvenientes. Es verdad que en la ciudad puedes tener más servicios y gente de la que tirar, pero el aprendizaje del niño es distinto. Me encanta ver a mis hijos desenvolverse en la naturaleza”, dice.
“¿Que debería haber más servicios? Pues sí. Pero ninguna situación es perfecta, al final depende de tus valores y te vas acomodando”, concluye.
“LA GENTE JOVEN ASPIRA A TENER OTRO FUTURO”
Sheila es una educadora social barcelonesa que decidió hace ocho años mudarse junto a su pareja a Arenillas, un pueblito soriano de 50 habitantes, para emprender su proyecto de familia en un lugar tranquilo y natural. Madre de tres hijos de 7, 4 y 2 años, relata la “aventura” de su “crianza intensiva”, que ha estado llena de luces, pero también ha tenido sombras.
La guardería más cercana de Arenillas está a 20 kilómetros y Sheila no tiene carnet de conducir. Decidió pausar su carrera profesional durante unos años para criar a sus hijos. Sin apoyos familiares ni servicios de cuidados en el pueblo y con su marido dedicado al negocio de carpintería propio, Sheila se hizo cargo por completo de sus hijos: “Yo todo, 365 días, 24 horas”.
Desde hace un par de años, los abuelos de los pequeños están más “a mano”, sus hijos mayores van al cole en ruta y vuelven después de comer y ella ha podido retomar su carrera, está ultimando una empresa de desarrollo personal y comunicación.
Esta trabajadora social se queja de que las ofertas de empleo que pueden encontrar las mujeres en el ámbito rural son limitadísimas, focalizadas en los cuidados a la tercera edad o en la limpieza de domicilios. Además, dice que la conexión a internet es malísima, lo que disuade a quien quiere emprender desde el campo: “La gente joven aspira a tener otro futuro, entiendo que mucha gente quiera marcharse fuera. Son zonas en las que la despoblación está agudizándose”.
“Es una pena porque son zonas que tienen mucha riqueza, mucho por mostrar, por desarrollar y hay mucha gente con muchas ganas, pero se encuentra con estas trabas en términos de conciliación y muchas otras que les hacen finalmente desistir y decidir marchar”, reflexiona Sheila.
UNA ESPAÑA VACÍA DE MUJERES
El Ministerio para el Reto Demográfico ha reconocido que buena parte de los problemas demográficos del país se deben a las diferencias de oportunidades y servicios públicos que existen en los distintos territorios.
Aunque la población femenina es mayoritaria en España, el territorio está masculinizado: al contrario de lo que ocurre en las ciudades, en los municipios más pequeños hay déficit de mujeres, se “ha producido un proceso intenso de masculinización”. Existe, pues, una “España vacía de mujeres”, sobre todo de mujeres jóvenes.
Dos de cada tres ciudadanos que emigran de los núcleos más pequeños son mujeres, un porcentaje alto de ellas con edades comprendidas entre los 16 y los 44 años.
“Hay una relación directa entre las causas y las consecuencias de la despoblación con la situación de la mujer en el medio rural”, destaca el ministerio en su informe “Despoblación, reto demográfico e igualdad”.
Desde Fademur se hace hincapié en que las mujeres no encuentran las condiciones que necesitan para desarrollar su vida en plenitud en los municipios rurales, tienen muchas dificultades para acceder empleos que les concedan autonomía y les permitan conciliar los cuidados, por eso deciden iniciar su vida en lugares con más servicios y los pueblos pequeños cada vez están más masculinizados, envejecidos y despoblados.
“El desarrollo de servicios de cuidado de menores es absolutamente prioritario y ha de hacerse con una perspectiva rural, que tiene una idiosincrasia particular. (…) Hay que facilitar la vida a las personas que se quieran quedar y a quienes quieren regresar a su pueblo. La gente no va a volver sólo porque tenga una buena conexión a internet, las familias que se instalan necesitan estos servicios de cuidados”, dice la presidenta de Fademur.
“NO SOMOS CIUDADANOS DE SEGUNDA”
Beatriz Martín Larred vive en un pueblo de Teruel de 50 habitantes y tiene que desplazarse 10 km para llevar a su bebé a la guardería de otro municipio, donde paga una cuota más cara que los locales por no estar empadronada.
“El vivir en un pueblo te acarrea muchos más gastos por cada hijo: necesitas más desplazamiento, pagar servicios más caros. No es justo, pero es lo que hay. Esto puede llevar a las personas a desplazarse, muchísima gente de mi pueblo se ha bajado al de al lado porque hay colegio, servicios y tienen todo a su alcance”, destaca Beatriz, senadora de Teruel Existe.
“La excusa no es que los servicios no están porque la gente se va, el orden es el inverso, si hay servicios la gente se queda. Dicen que no quieren vivir aquí porque no hay nada. (…) No es que estemos exigiendo un abanico de servicios completo, sino servicios mínimos de calidad. No somos ciudadanos de segunda, merecemos servicios de calidad”, continúa.
Beatriz defiende la calidad de vida de estos entornos pero a la vez denuncia el “abandono por parte de la administración” e incide en que vivir en la España rural sin coche es “impensable”, ya que la red de transportes es prácticamente inexistente.
“Si alguien quiere vivir aquí, se lo piensa muy mucho. Gracias a Dios, mi madre y mi suegra están bien y pueden echarme una mano con el pequeño, si no, no habría podido aceptar el cargo de senadora, mi marido habría tenido que pedir una excedencia o tendríamos que habernos mudado”, apunta.
ALGUNAS PROPUESTAS DE CORRESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN
La corresponsabilidad del Estado en los cuidados es un asunto pendiente, como ha reconocido en múltiples ocasiones la ministra de Igualdad, Irene Montero. Este año, su departamento puso en marcha el Plan Corresponsables, una “política semilla” dotada con 200 millones de euros para que las comunidades autónomas pongan en marcha servicios de cuidado profesional para menores de 14 años. El factor de la dispersión geográfica fue tenido en cuenta en el reparto.
En Extremadura, los fondos de este plan se han dedicado al impulso el pasado verano de un programa de campamentos públicos y gratuitos para niños de 6 a 14 años y de una red de ludotecas rurales para niños de 3 a 5 años que se ha instalado en 100 ayuntamientos, ha atendido a 2.700 niños del entorno rural y ha permitido la contratación temporal de 530 personas.
“Son políticas necesarias, no sólo en términos de economía de cuidados, sino de mejorar el acceso al empleo de las mujeres y de romper el paro estructural femenino que hay en Extremadura y en España. (…) Todo lo que tiene que ver con la economía de los cuidados es generador de empleo y tenemos que hacer que sea empleo de calidad para que salgan de la economía sumergida”, destaca la consejera extremeña de Igualdad, Isabel Gil Rosiña.
El próximo año, el programa de ludotecas rurales será flexible y se permitirá a los ayuntamientos emplear los fondos desde enero en función de sus necesidades concretas porque “nada tiene que ver el norte de Cáceres con el sur de Badajoz”: “Si los ayuntamientos del Valle del Jerte quieren ponerlo en marcha cuando tienen la campaña de la cereza, porque muchas mamás trabajan en la recogida y necesitan este servicio público, lo pondrán. Mientras en Tierra de Barros lo harán en otra época del año en función de las necesidades reales de las mujeres que trabajan en el campo”
Desde Castilla y León, una de las comunidades más afectadas por la despoblación, la consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco, coincide en que hay que ofrecer a las familias alternativas de conciliación para que se queden en el mundo rural, lo que a su vez permite crear empleo. Desplegar servicios en los más de 2.200 municipios castellanoleoneses no es viable, pero sí se pueden concentrar en algunos de ellos para cubrir todo el territorio.
La Junta de Castilla y León cuenta con tres programas diferentes orientados a ayudar a las familias con los cuidados: “Crecemos” (centros de conciliación para pequeños de 0 a 3 años en localidades donde no haya guardería, abiertos en verano y con un coste máximo de 5 euros por día), “Conciliamos (programa lúdico para niños de 3 a 12 años que abarca los periodos vacacionales de verano, Navidad y Semana Santa) y “Canguros” (una iniciativa experimental para pueblos muy pequeños en la que se contrata a personal para hacerse cargo de tres o cuatro niños durante la jornada laboral).
Fuente: El Periódico de España